Algunas veces poco puedo decir
y es entonces,
cuando prefiero callarme la boca
y las manos,
ante una luna radiante y enamorada
de tu abrazo y de ti.
Soy ahora el nácar que sonríe
frente al espejo,
y soy la sombra que repele de sí
lo funesto.
Algunas veces rinden frutos los besos
que guardé en la despensa,
cuando a solas miro azules estrellas
y tan sólo te amo, nena.
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