Es lamentable mirar la geografía
de la noche cuando se embriaga
del latido de tanta gente sola,
de hogares vacíos temblando de frío
y de ausencias tan legítimas ya
como la vida que nos fue vendida,
sin saberlo y tal vez también, sin quererlo,
mientras volabamos azules cometas
que murieron entre electrificados cables.
Entonces resulta bastante comprensible
la tendencia del mundo a jugar al ahorcado
y la de anudar cada vez mejor las cuerdas,
o la necesidad de una escopeta en el cajón
esperando sigilosa el cruento despertar,
para anidar su cálido semen en cualquier boca.
También la popularidad de los barrancos
aumenta para acabar con los dolores de cabeza,
y es más lamentable mirar la nocturna geografía
cuando a solas se bebe un sincero trago.
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