Desperté, no se si fue hoy
o ayer por la mañana,
de un sueño enternecido
en el que un beso a quemarropa
circundaba febril tus pechos.
Y ese beso era eterno y era mío,
y esos pechos eran morenos y eran tuyos
como yo lo soy de ti a pesar del frío
que abre ante mí cual siniestro capullo.
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