diciembre 30, 2014

Bien, aquí, ahora

Bien, aquí, ahora,
se ha contraído la fumarola
y algo nos baila entre los pies
como un gato castrado
o el albor más reciente
entrando por la ventana,
aún nocturno y borracho
o como la muerte
raspando las alfombras
del cuarto más inmundo
de un hotel, donde sonríen
humedecidas prostitutas.

Sin embargo, todo es azul
y es un cáncer sumergido
en el éter de una atmósfera gris
que bebemos y ya después
en soledad regurgitamos
para volverla a beber.

Entonces se vuelve común
jugar a recoger pájaros muertos
que -sin notarlo de pronto-
cayeron de nuestros de ojos
mientras nos anidaban el pecho,
cansados de las olas de un mar
recubierto de cenizas blancas
y de esta contemporánea
y muy mala poesía
en las paredes pardas
de los sanitarios de los bares
conjugando la utópica verdad
de la palabra
con el hedor
a verdadera mierda.

Estoy aquí, ahora mismo
y soy un débil remolino
o un ovillo de tripas
latiendo a media noche
mientras todos duermen
o pulen sus negras calaveras
del alquitrán vuelto costra
cuando el dintel
sobre las jambas
y las espinas bajo los pies
no dan cuenta de la sangre
que corre aún enamorada.

En el reflejo del agua
de los inmundos retretes
es posible mirar a dios
saltando entre los charcos
de la mano de un prostituta
que siempre llora sonriente,
siempre, aquí,
como ahora mismo
fumando un cigarrillo
nunca encendido por el sol.

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