diciembre 04, 2014

Pretendo una pizca de gloria

Nada sé de la certeza que esboza
el páramo donde la luna es perenne
ni de la belleza de los dedos cantantes
de ambrosías, dispuestos en los labios
a tratar por la piel erizada bajo el vientre.

Yo sólo soy un simple poeta que se dice serlo
por el rubí de una boca que sisea el verso
de una forma amortal y terriblemente bella
en la que recuerdo la palabra reptando soez
por mis andares ambarinos y crudamente tersos
buscando sin norte una razón y una estrella.

Ya nada sé de la métrica, he olvidado el soneto
las décimas, los matices, la sombra que nadie nota
de la sinalefa, los cuartetos, los impares tercetos
he olvidado escribir sin traer la boca rota.

Nada sé de la sapiencia de los grandes
de Bukowski, de Benedetti, del buen Sabines
de Chumacero, de Paz, de Montserrat Martinez
y sin embargo pretendo una pizca de gloria
tímidamente y son hacer tanto alarde.

Yo sólo soy un simple poeta que se embriaga
cada noche mientras rememora la grandeza
de sus sabios, dando razón a las luces calmas
que tiemblan entre las manos y los labios
matando a sus propios demonios de flaqueza.

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