diciembre 21, 2014

Nunca será suficiente

Tanta es la gente que a diario muere
y sin embargo, nunca será suficiente;
ya tengo demasiados muertos en las gavetas
contemplando sombríos mi presente
y apostando para mí por una patria oscura
sin mayor suerte, y en los recodos de la palabra
dicha a solas, igual que el viento decembrino,
se aloja a flor de piel y en el alma duele.

Afuera hay fiesta y luces brillando multicolores
y en el cementerio millones de olvidadas cruces
deterioradas por el tiempo y por el llanto seco
de un caduco sentimiento, de una corona
carcomida en soledad por los sonrientes gusanos;
y afuera todo es pétalo y dentro hay una espina
que se me gesta entre el pecho y las manos.

Todo me duele y más la muerte que crece
a mi lado, hombro a hombro, sin tocarme del todo
mientras bajo el vientre me besa y me acaricia
y me abraza en su brasa de nácar, en su blanco
afilado, en el albor de los condenados a la vida
que sueñan aún con ser de ella disidentes.

Y en mi terrible perorata sale un puño cerrado
directamente desde el corazón de la noche
tratando de tumbarme los dientes, de extirparme
la lengua, el naufragado par de riñones y el sol
que en los bolsillos fieramente me guardo
para derrochar, cuando la muerte no es suficiente.

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