diciembre 20, 2014

El poema

Es increíble el andar -casi siempre errado-
del poema, sus correcciones, sus mutaciones,
su métrica -que ya nunca demasiado me importa-,
su pasado, su efímero presente, su futuro
entre botes de basura y algunos inocente lectores.

El poema no es más que una puerta que siempre
permanece abierta y que así mismo, deja entrar
por ella a cualquiera, sin pretensiones de civismo
o pasiones burdas más allá del duro encuentro
del pecho enajenado con las olas del mar.

El poema es un cielo anárquico y obtuso
sin dintel y con las jambas desvencijadas
en el que los locos de noche sueñan con glorias
y sulfuros galácticos, con motas de polvo
de estrellas que en el otrora soez sucumbieron
en el latido de los que escriben su letra en el lodo,
en el costillar de una res que no conoce la India
y entre las promesas de un Nerón en una abatida
Roma, que sin embargo es excelsa y todavía bella.

No hay nada más certero que la nariz del verso
asomándose a cualquier parte  con intención
de ser leído y que nadie más a solas lo lean.

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