Cierta claridad hay en la noche,
en el gris mundo de las sombras,
casi como un fuego eterno
reflejado en los diminutos ojos
de los roedores que de mí huyen
y después mis pasos acompañan.
Me sé mover a tientas y dando
traspies y tumbos, entre los baches
aafaltados de sutiles quimeras
tratando de hacerme del todo caer
en la penosa brillantez del mundo.
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