septiembre 27, 2013

Y bien, las dos de la mañana

Y bien, las dos de la mañana
y yo radiante llegando a casa.

Los perros duermen y sollozan
tiernamente por un hueso perdido,
las catedrales callan sus campanas,
las manos palpitan y esbozan
un corazón de versos prendidos,
cuando en el cielo la luna escampa.

Me va bastante bien la idea
de entre los días saberme jodido,
de saberme un hosco habitante
de los sueños aún pretendidos.

Las dos de la mañana, y yo sin miedo
del levantes y auroras demoniacas,
con la moral felizmente de vacaciones
y la muerte del tabaco entre mis dedos,
con la proximidad de la conocida resaca
que demuestra mi alma entre sangre y pendones.

El diablo tan sólo me mira y sonríe,
dios ha de hablarme del cielo en tus caderas
y del ave de tu pecho buscando nido,
la noche es un llanto que cínico ríe
entre el humo de tabaco y mil calderas,
cuando busco tu beso, febril y empedernido.

Y bien, las dos de la mañana
y después de tus brazos,
sigo llegando enajenado a casa.

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