septiembre 05, 2013

Tan remendado de pétalos y estigmas

Bien, ya estoy aquí y afuera llueve,
mientras las arboledas su salvia sangran
y el tiempo es un truhán en loca carrera
carcomida por la sal, por las fauces del sol
donde es esta ausencia quien de frío tiembla.

Tanta muerte por doquier no le hace bien
al seso ni a la parte blanquecina del ojo,
tanta palabrería resulta inútil en la tormenta
que arrastra hasta aquí las hojas en el cesto
de la creciente imposibilidad del ser.

En primavera empezó a nevar y recuerdo
aún el crujir de las brasas al apagarse
entre el ayer y el presente en el cenicero,
entre el game over de mis juegos de niño
y el fondo de un vaso cálido y redentor
en donde naufragué con los cubos de hielo.

Tanta grana metida en el temblor de las ganas
que sulfuran por un dios que nunca ha existido,
tanto calendario al que no logré echarle una mirada
para saber mis años medidos en las sombras
que cegadas de luz prefirieron el yo del desencanto.

Y entonces heme aquí, tan remendado
de pétalos y estigmas, como una noche febril
que nunca supo del surco que dejó tras de sí
la quilla de aquel barco en el que zarpé desfundado.

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