septiembre 11, 2013

Es simple y quizás un tanto vano

Es simple y quizás un tanto vano;
es mi poesía
el lodazal en el que me debato.

Deduje del latido un final inorgánico,
los perennes puntos suspensivos
que nunca mueren
y puntiagudos,
el pecho y los costados hieren.

Y todo ello en letras cansinas
y calladas,
en malogrados versos aprendices
de soles en rondas nocturnas,
entre baladas,
a mitad de la lluvia con sabor
a elegía.

No he perseguido sino la bruma
en los parajes
por donde no pasa nadie,
la propia sombra a mitad de la noche
programando lejos de mí su viaje,
la patria que ondula su bandera de derroche
sin gramajes,
el instante en donde cabe el aletear
de un colibrí después de un trago
y su efímera reacción sedante.

Ayer apenas hizo una vida
que esbocé mi última sonrisa
y más certera,
y con ella hallé a tanto hijo de puta
en las calles, en el mísero trabajo,
bajo las lenguas del sol de diario
que quema metido en la billetera
y de los cuales también,
hube de aprenderles tanto.

Pero hay bares donde aún
se permite fumar y alejarse
un poco, del ruido, del caos
y brindan la oportunidad de estar solo,
campanarios sin cuasimodos
anteponiéndose frente al espejo,
canciones que canto hecho trizas
cuando en otros ojos miro mi reflejo.

Y también entre mis papeles
persiste ese viejo olor a recuerdos,
a tardes en las que mi plusvalía
era grande y suntuosa, a pieles
de demonios, a finas ambrosías
decantadas,
a cuadernos carcomidos sin rencores
por esa plaga llamara tiempo.

Hoy, que de noche sigue siendo
deduzco soledades verdaderas
y obsoletas,
temblores en las manos, carreteras,
cánticos huyendo de los soñado,
un jardín marchito de violetas
y la calamidad voraz refulgiendo
a medida que trazo estas letras.

Es simple y quizás un tanto huraño;
es mi poesía
el huracán que deja tras de sí su daño.

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