septiembre 01, 2013

Cuatro

Puedes culpar al viento, a la razón tejida
temerosamente de noche en mis manos,
al calentamiento del palpitar, a la vida
cuando me muestra un destello inhumano;
al barril que nos muestra un tibio aposento
para el abrazo y la caricia enardecida
tan cocida en estas ganas a fuego lento.

He de mirar la longitud de tus piernas,
el nido que requiere nocturno tu pecho,
la febril alevosía de tu boca y tus caderas
he de mirarte mientras el más celeste beso
hace que cierres los ojos, para no verme deshecho
mientras en mis sueños te delineo entre versos
que te saben certera leña en mi triste hoguera.

Ahora que eres mi lado más amable,
mi cura contra la ausencia y la desdicha,
mi secreto más dulce y más preciado,
mi blanca locura con tintes de dicha
y de amores tirando a quemarropa,
ahora que te busco en los andares
recubiertos de nieve y grises soledades,
ahora que te quiero aquí embalsamada
de aromas que repelen el blanco y el negro,
es preciso dejarte un pusilánime te quiero.

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