septiembre 19, 2013

Tras nebulosas de algodón y sal de mar

Juro que no busqué del latido la razón,
la letanía de la furtividad en los labios
consagrados a rincones a oscuras, ni la canción
enteramente cantada para mecerte en mis brazos,
ni en tu candor, busqué mi noche más letalmente salva.
Dadme el tiro de gracia y tu beso en las sienes,
esa luz todavía encendida entre tu pecho y el alba
donde la hora indica mi huida y el reloj lo perenne.

Hoy por la tarde morí un par de veces,
reí un poco y me acordé de ti
por la forma y las ganas de la lluvia,
cuando no te esperaba ni aquel cielo gris
tartamudeaba por tu boca y tu cadera,
y tras nebulosas de algodón y sal de mar
desembarqué tibio y enajenado a la espera
de un sol nocivo que precisa que te tenga,
en la mitad de este voraz y tan mío desencanto,
en donde adentro la quilla y el verso a la mar
y al amable azote que en tus manos esta noche planto.

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