septiembre 15, 2013

No me queda más que la poesía

No me queda más que la poesía,
que este andar por noches solitarias
y el constante sangrar de la boca rota,
este traje de humo y la tinta negra
dando tumbos en el blanco del papel,
en la hoz de la luna, en el cieno acunado
bajo las botas y esta resaca durante el día.

Hace rato que en mis campos
ya no siembro semillas de sueños
ni le injerto al levante mi tibio candor,
hace demasiado tiempo, demasiadas vidas,
que conozco el beso de una muerte
que me ronda conmovida los deseos
y el pecho cuando escucha su latido traidor.

Hace rato que mis pulmones demuestran
científicamente lo gris del arcoris
y la curva de la cuenca de los ojos,
y también hace frío en la madriguera
del más amable demonio mientras rezo
un padrenuestro sin patria, una plegaria
moribunda y sin llave ante un duro cerrojo.

Y no me quedan más que estas manos
y las ganas queriendo posarse en tu cintura,
esta piel y la lengua entrelazada con el silencio
que te nombra, esta copa a manera de pan
de diario, esta hondonada, este calvario,
esta poesía y esta nada, repleta de gusanos.

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