septiembre 27, 2013

Verdades absolutas

I

Podemos tomarnos las manos,
besarnos acaloradamente,
abrazar el recuerdo de lo que fuimos
y no somos, reconocernos
como los ciegos, sentirnos el latido
y sin embargo, nada sabremos
de esta mutua necesidad de la muerte.

 II

De mis clases de psicología
aprendí que la mejor corriente
ha sido y debe ser la herejía,
y que no hay nada peor en la vida
que ser un sujeto consiente.

III

Apoyado en bastón heredado
por mis sabios, en un rincón
que teme asomarse a las calles,
con el alma entre puñados
de sal de mar y rotos los labios,
y así me retrato sin más detalles.

IV

A tu edad yo pensaba
en un futuro distinto,
nada sabía de la carne
ni de un buen vino tinto.

Nada sabía de la ausencia
que de noche los mares encrespa
y requiere bajo el vientre presencia.

A tu edad tuve vocación de ser feliz
con lo que de la inexperiencia obtuve,
a tu edad el alma la colgaba en un atril.

V

El brillo de tus labios, el aroma
elucubrado de deseo y tus senos;
tu suntuosa cadera, las palomas
con aquel mensaje que cerceno
cuando tu abrazo ha de lograr el fuego
en el que mis demonios desesperan
por ganarle al destino este juego,
en el que es mi muerte la que te espera
prendida al vendaval y a la travesía,
del sueño que te sueña cada día,
 

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