enero 24, 2016

Mi única proeza

Es tarde y he regresado a casa
arrastrando los pies por las calles
que saben tanto de mí y de mi pecho
vacilante entre la duda y lo verdadero
del camino por donde corre la sangre.

Disfruto ahora un poco la calma gris
y el ulular de las sirenas de la policía
característico siempre de la media noche
y de los estragos que me ha dejado el día
en el que el mundo me piensa febril
sin saber siquiera mis vicios de fantoche.

Alguna vez alguien me dijo que la letra
solo era una forma de alimentar proezas
que nunca lo fueron sino en sueños
jamás cuajados en el desdén de lo certero
y yo me reí con esa risa endemoniada
con la que ríen los que no esperan nada.

Escribí, escribo y seguiré escribiendo
a pesar de mi letra guardada en un cajón
y de mi corazón deslenguado y desierto
y escribiré de mi trago, de mis cigarros
de mis pasiones, de mi par de zapatos
cansados de llegar tan tarde a casa
después de recorrer las calles sin alma.

Mi única proeza consiste en no haber muerto
bajo la sombra irremediable y cruel
de mis propios e irrevocables sueños
con orgiásticos deseos de tinta y papel.

No hay comentarios: