enero 01, 2016

Día uno año dos mil dieciséis

Día uno
año dos mil dieciséis
y contando.

Sigo escribiendo
bien sabes de mi cabeza
y de mi corazón en los huesos
de mi manía por tomar asiento
siempre en la mesa del rincón
donde jamás corre el viento
y en el que puedo con tristeza
tararear rotundamente mi canción
sabes también que bebo
que lo he venido haciendo a menudo
y de manera más que recurrente
desde hace ya más de seis meses
de la humareda azul del cigarrillo
que se ha proclamado mi mejor amigo
y que mi verso se escribe moribundo.

Sabes, estoy en quiebra
en una bancarrota contra mí omnipotente
mis bolsillos, mi más certero latido
mi corazón encanecido y malviviente
mis ganas de ganar a solas la guerra
jugándole volados la blanca muerte
y en torno a todo a ello todo lo vivido
no tiene más que para morir de hambre
entre los besos de una falsa quimera
que me bebe a tragos espesos la sangre.

Entonces recuerdo a Hemingway
volándose la tapa de los sesos
que de su vida fue lo menos relevante
sino la libertad de su letra estando preso
de la locura y de la huella del mar
al pie del cañón por lo que es importante
a pesar de traer el alma cubierta de sal.

Y entonces heme aquí con resaca
después de recorrer las primeras horas
del día uno del año que comienza
contando lunas y estrellas a deshoras
portando de poeta malvado la casaca
esperando quizás por la luz más tersa
para cantar junto al canto de caracolas.

Día uno
año dos mil dieciséis
y contando
y me hacen falta tus pies
entre los míos
para seguirla vida versando.

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