mayo 16, 2016

No hay mucho qué hacer

No hay mucho qué hacer a estas horas
me siento en mi banco de plástico verde
acerco hacia mí el fiel cenicero
me revuelvo fieramente el cabello
mientras debato la vida y la muerte
en el canto de una blanca caracola.

Escribo como el loco que soy
y deshago el gran todo en versos
que hablan del odio y del amor
pero siempre en un fondo terso.

Juliette tan solo me mira cabizbaja
ella sabe bien de mí, de mis manos
de la voz tan tenue que me queda
después de caer desde tan alto.

Hoy le di unas monedas a un tipo
que mendigaba sin siquiera zapatos
una anciana me dio dos boletos de lotería
que juegan el martes y ahora los miro
ya sin corbata y sin mejores tratos
que el del trago que me pinta una sonrisa.

Pienso en las chicas que me rondan
sin siquiera saber una pizca de mí
en toda esta puta locura que me brinda
un atractivo cruel e irreverentemente gris.

Y algunas veces sonrío del todo podrido
miro al cielo buscando al mítico dios
con miles de preguntas en la boca
algunas veces sólo me siento perdido
por tener que ser quien realmente soy
entre la grandeza y la nocturna copa.

Juliette me sabe certero cuando digo
desde este cuaderno en tonos blancos
que me hace tanto bien estar contigo
cuando escribo y bebo desde mi tapanco.

No hay mucho que hacer a estas horas
y me dedico a quererte mientras escribo
y el trago me borra la voz de caracolas.

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