mayo 05, 2016

Me miro la bragueta

Algunas noches
no hay mucho que decir,
sin embargo,
habrá que decirlo,
de alguna manera
o de otra,
en realidad
no importa el cómo,
pues la forma es insustancial
y relativamente proporcional,
al vocerío nacido desde las tripas
queriendo hacerse
por el mundo escuchar.

El mundo entero
tiene algo que decir,
cada irremediable noche
y sin embargo,
la noche es siempre el pecho
que acuna mejor,
los más crueles silencios.

Alzo ésta voz queda
y siempre tan mía,
el trago fiel como un perro
a la razonable bebida
que entre mis manos,
sostiene la paz de mis sueños.

Ayer llegué a la bendita paz
a través de mi mismo,
y mi cielo estalló en blanco.

Ayer no era el mismo que hoy
y hoy no seré el mismo de mañana
pero seré siempre del todo franco.

Esta noche recién embriagada
en la que no tengo mucho que decir
escribo,
y sin embargo,
el silencio me causa demasiado ruido,
escribo sobre el hueco de las noches
en las que soy un recto arcoiris,
coloreado en la escala de amarillos
precisando sobre mí verso,
las cuatro llantas de un coche.

Me encantaría escuchar,
todo aquello que el mundo quiere decir
mientras agachadamente,
prefiere callar con el sueño
en el que espera inevitablemente,
el beso abrasante de la muerte.

Y esto es lo que hoy
cual borracho vil y poeta
quería tan sólo decir
mientras me miro la bragueta.

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