marzo 05, 2016

Un frío infernal

De pronto un frío infernal nos azota
tan terriblemente que incluso los perros
y las putas de la avenida por él tiemblan
mientras triste y mutuamente se miran
esperando que en las rosas no sequen
el pétalo que embauca tibia a la muerte.

Bien sé de éste presente que me hace viejo
de los dolores recientemente adquiridos
de la mortal resaca al despertar
después de una botella de ron dorado
de la salinidad premeditada de la mar
aferrándose con las uñas en mis trazos.

Pero hace un frío y el demonio ríe de pie
frente a mí que yazco en mi habitación
tan desnudo siempre y tan sin mujer
para encenderme de noche el sol.

Y se me abre entonces de lleno el pecho
y recurro como el alcohólico que soy
al trago que logre mi noche entibiar
mientras escribo una vileza que debería
-como hace todo el mundo-, callar
mientras le dice a dios "aquí estoy".

Pero yo no tengo dios ni parte en el mundo
y lo que tengo de sobremanera es el frío
de andar de noche desnudo y sin mujer
que mire escribir con facha de vagabundo
después de quitarme el disfraz diurno
de aquel que creen un hombre de bien.

Algunas noches será siempre preferible
cerrar ventanas y abrir en par las puertas
para tiritar fragante en la tenue esperanza
sin saber si hará después de ello más frío
o me besará la frente el pétalo de la certeza
y me abrazará haciéndome parte de su calma.

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