marzo 29, 2016

Instantes

Nunca he creído
demasiado
en la vida
por ser
claramente
una hija de puta
la mayoría de las veces
en las que se muestra
desnuda y sin maquillaje
y me demuestra la muerte.

Me va mejor
creyendo en el instante
en los momentos que descubro
mi rostro sonriendo
como el imbécil que soy
después de una caricia
incluso con un alambre de púas
o cuando después de afeitarme
salgo ileso de cualquier corte
de garganta y a salvo estoy.

Habrá razones de sobra siempre
para conducirse como un imbécil
y sin embargo también tanta muerte.

Yo ya no pienso en ella
desde que se sentó a mi lado
en el autobús maloliente
que diariamente llega
al destino gris de ninguna parte
pero siento su calidez abrasando
mi verso dado de noche y a tientas
por los rincones donde la araña
se detiene a tejer una esperanza
contra el insecticida y todos sus males.

Ahora mismo tan sólo prentendo
ser un imbécil hecho y derecho
dinamitar hábilmente desde la base
lo que creí concretamente en mis sueños
en los que se estancó el correr libre
de la frescura indómita del aire.

Ahora sueño en recopilar instantes
imágenes tibias y multicolores
en las que aún quiero ser un gigante
curando del pasado tus dolores.

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