marzo 22, 2016

Diente de león

El último diente de león de la tierra
será comido por las fauces de la muerte
un día domingo con máscara de lunes
en el que miles de bombas atómicas
estallen dentro de un cansado corazón
inmaculadamente preconcebido.

Y entonces sonrío cual imbécil
apuro a beberme mi leal trago
y soy la tierra de un desierto fértil.

El peor enemigo del hombre
siempre será la autodenominada razón
por ser cruel como un afilado cuchillo
dando puñaladas al aire cegado
por el ego de la propia palabra dispuesta
a cantar su saber en mediocres estribillos.

Y entonces la lágrima me nubla el espejo
además del humo en espiral del cigarrillo
que me fuma lento hasta hacerme viejo.

La espina de la rosa es una tenue belleza
esperando pinchar la carne aún latiendo
para sentir el grito sordo de la caracola
en el que putas y borrachos y poetas
dan lo mismo por saberse enajenados
ante el fuego del umbral de lo perdido.

Y yo tan sólo busco estar enamorado
para serle infiel a la muerte con la vida
que de pronto los labios me ha besado.

Mi letra menudamente huraña y triste
es una telaraña tejida a media noche
y es mi voz de media noche cantada
puesta en mi pierna diestra la guitarra
y mi garabato después de morir un poco
versando su verdad entre vagos derroches.

Y a medida que tan a solas te quiero
me haces más y más fieramente falta
para embriagarme de tu boca y tus besos.

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