junio 09, 2015

Una hora más

Seis de la mañana
y estoy despierto
asomando las narices
por el cristal de la ventana
para mirar como es el mundo
que afuera vive
cuando yo intento dormir
entre mis pensamientos
y humo de tabaco.

La memoria es cruel
y siempre una mala consejera
si a estas horas pienso en el vuelo
de las míticas aves que pretendieron
llegar súbitamente a rozar las estrellas
por desestimar su propio cielo.

Vuelvo a la preconcebida idea
que reza acerca de lo poco que tengo
de mis ganas de más siempre preñadas
del reconocimiento otorgado a media noche
por un par de manos y un par de labios
que le brinden a mi infierno termostato
o recojan mi cuerpo enjuto y pestilente
recién arrollado por las llantas de los coches.

Pero son apenas las seis y media de la mañana
y la vecina de a lado prepara el desayuno
para su esposo a pesar de ser un hijo de puta
que la golpea cuando el mundo duerme
y la jode por el culo cuando ella dice no
y un copioso llanto para ella resulta.

Yo también algunas veces de madrugada lloro
cuando me rompen los cojones de una patada
que me atina en esa parte entre el culo y los huevos
que tanto le duele al hombre de barriada
y más al poeta que se embriaga mirando al cielo.

A las siete de la mañana el mundo tanto me duele
cuando intento dormir una hora más
metido entre las fauces de la terrible mar
haciéndome grises olas bajo el vientre.

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