Inmersa entre los míticos cielos
una columna se levanta y es humo
revestido de besos de alquitrán
de caricias que saben a carencia
dadas en el coño de la soledad.
En la humareda respiro a diario
sin cerrar siquiera el pecho o los ojos
y vuelvo de la sombra de las nubes
aún sereno y tibio fumando tabaco
atrapando la nada entre mis manos.
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