junio 11, 2015

Esta estela llamada miedo

Sabes, sigo escribiendo a diario
tan duro como me lo permiten este corazón
y estas manos de orfebre enlutado
tan duro como lo es noche o la ausencia
o el dormir en una habitación rojiza
la mayoría de las veces a solas y embriagado
con la ventana abierta para disipar un poco
el humo en espirales azules de mi tabaco.

La gente me mira, por un pequeño resquicio
por el que tan sólo pueden ver de mí
el instante febril en el que torpemente brillo
o tan sólo sonrío cuando reina en la tierra el sol
pero jamás mira, mi noche en caída libre
empuñando un verso anidado en alcohol
si la sombra me cobija ante todo lo triste.

Y escribo a diario y no muchos me leen
sólo los importantes en esta loca vida mía
atrabancada por que así mismo debe ser
a pesar de saberse casi siempre vacía.

Sabes, no puedo dormir ya a estas horas
y pienso en tantas cosas que mis manos tiemblan
y el pecho se me quiere salir a golpes de tambor
mientras la pluma en la mesita de noche
se quita las bragas frente al tímido cuaderno
que prefiere hacerse de tripas corazón.

La gente es cruel cuando pone su esperanza
en un alcohólico que poco duerme y poco vive
por que le han enseñado sus sabios a dar todo
a escribir su propio ser entre esperma y sangre
entre el amor y la belleza hallada en locos
que se mueren de grandeza en las calles.

Yo sólo me equilibro si a pesar de la distancia
encuentro una mano para recorrer el parque
que resucita flores marchitas de la voraz muerte
cuando me empieza a teñir de sepia la tarde.

Sabes, no puedo dormir ya a estas horas
y estoy bebiendo en los andares de la letra
tan revestido siempre de malva maleza
y necesitando tu boca y tu abrazo en rosa.

Pero la gente me mira cuando soy más y brillo
y candidamente duerme cuando los grises
empañan con su vaho todo aquello que escribo
y recuesto mi cabeza en las nubes de antaño
donde perdí algunos sueños y fieles perdices
cada vez que el silencio partió un te amo.

Pero sigo escribiendo cruelmente a diario
y en los callejones en los que me pierdo
resucita la voz que me dicta ferozmente brillar
y dejar tras de mí esta estela llamada miedo
para ser tu amor, tu cabrón, tu maldito poeta
y poderte por completa a quemarropa amar.

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