agosto 05, 2013

De ser posible

De ser posible, después del canto
del cuervo eternamente enlutado,
me cortaré de un tajo las manos,
la lengua, ensancharé sonriendo
la comisura de estos tristes labios
a golpe de navaja, como queriendo
engendrar una mueca en el retrato
que busca la alegría en el pasado.

Me visto de humareda y alquitrán,
de temblores que gustan de lo incierto
inmerso en la más dulce guerra copulando
con la más intrascendente paz,
ultimo la botella que me quiere grande
en el trajín del camino que ando
con el pecho en desparpajo y descalzo;
me vuelvo el loco, el soñador detestable,
el poeta de arrabal, la piedra que el mazo
viene a besar con su golpe confortable.

Esta noche en la que el beso me queda corto,
la caricia del desencanto viene a mis pies
ofertando un corazón al fondo del vaso,
un salvavidas dónde no hay mar ni vida,
un cáncer unitalla, un severo puntapié
en el alma que ha de buscar un cielo raso.

Y enloquecido en la conciencia de la inconsciencia
me afeito todos los días al despertar por la mañana
el mentón, las mejillas y estas ganas pardas
de recobrar entre tus pechos mi gris inocencia.

De ser posible, después del llanto
que desconoce la lágrima a pesar de amar la sal,
quisiera ver una silueta que me no me muestre malsano
atado a la espiral del trago, al tabaco quemado
con la llama de este amor que es mío y elucubrado
siempre en esos sueños sombreados por manzanos.

Me guardo las alas que nunca he extendido,
la mísera parte de mí que pinta calaveras
en la mezquita de aquellos que creen que el mañana
vendrá sin la misma calaña luchando por lo perdido,
de un par de bocanadas me fumo la vida restante
y escribo un poema agusanado y podrido,
renuncia a las voces metidas en la cabeza
que alguna vez me predijeron cual gigante
que no necesitaría más que la belleza.

Esta tarde el laberinto me ha mostrado perdido,
jadeando ante la imposibilidad del ser
anclando en el puerto de lo jamás estipulado,
enmarañado en la tierra donde la nada es la Mujer
que me encanta con su beso y su tibio abrazo,
con su vientre y la cadera a la que no he accesado.

Y ya embriagado en la destreza del vicio
he de plantar una rosa que espera la muerte,
y espero un lugar para el loco en el hospicio,
para aquellos que aspiramos a mejor suerte.

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