agosto 02, 2013

Confesiones

I

Suele ser tan dúctil el alma
del poeta que se debate en agonía
después de la tempestad y sujeto
a la ferocidad del viento en calma,
que Franklin resulta un chimpancé
en los asuntos eléctricos del ser.

II

Ciertamente soy un patán
que a ojos ciegos sigue el patrón
que me ha dejado satanás
por creerme un tipo con vocación.

Nada habrá de distinto en mí
cuando mi trago nunca renuncia
ni busca por todos los medios el fin
que el gallo al despertar anuncia.

III

No te engañarán mis manos
cuando rodean tu talle y tu cintura,
yo soy el mar de lo inhumano,
el beso que contagia de locura.

IV

El cigarrillo entre el medio y el índice
o metido en el infierno de mi boca,
el verso entre las entrañas y el apéndice
o sujeto al cuello como pesada roca.

Y me tiemblan el pecho y las piernas,
cuando me niego a pensarte sombría
leyendo esta cruel y apología eterna.

V

Me importa un bledo la paz mundial,
los millones de pobres, la hambruna
y esta vocación innata de asesino serial;
cuando pretendo hallar tu cabeza en la luna,

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