octubre 13, 2014

Mi calidad de muerto

Ya sumamente embriagado
los trastos caen de la alacena
las botellas sin piedad estallan
y te busco en soledad la boca
para hallar en tu pecho un beso.

Nadie recuerda un gato
después de dos semanas de muerto
ni camina de noche pensando
en cómo deshacer tiernamente
el peor y más cruel de los ovillos.

Ello me cuesta tanto
que soy deudor
de las sombras
de dios y del diablo
cuando demás bebo
y el pecho me sobra.

Nadie elucubra sobre la fiera
razón de los que escriben y beben
por que el mundo desconoce
el solitario don malnacido
de la letra que presta acontece
entre la tierra más pura
y más meramente desierta.

La vida es más llevadera
montando un unicornio
dando vueltas en el carrusel
al que se sube cualquiera.

Yo quise más que eso
-quiero, no lo sé ya-
sin saber siquiera lo duro
que resulta el campo minado
plagado de hermosas flores
que brillan y brillan
aún entre la niebla y la penumbra.

Y es entonces
cuando me viene la imposibilidad
de añadir en mi currículo
un millar de grises poemas
y mi calidad de muerto
aunque los muertos no tienen hambre
y yo fieramente la tengo
y en mi despensa
sólo un abrazo sin caducar
y un par de besos
lanzados a al sombrero que no tengo
junto al hedor natural
de un queso por el tiempo añejo.

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