octubre 28, 2014

Hace tres noches

Hace tres noches
que comparten conmigo
licores el mismo vaso
y la misma boca
la de siempre
la entumecida
la rota
y mis camisas arrugadas
tan sólo miran la escena
por tanto tiempo repetida.

No es nada sino la nada
denotando dactilarmente
su paso y el roer incisivo
de una bellísima muerte.

¡Qué tan hermosa es la vida
entre vaivenes enamorados
de la enajenación de una luz
y qué tan meramente intrascendente
resulta el rugido de las olas
a los pies del cristo en su cruz!

Le he estado versando el pecho
al dios aquel en el que no creo
a través de las paredes de un vaso sucio
para dormir después
cada vez más sediento y desnudo.

No es nada sino la tos y la desgana
al despertar bañado en sudores
o los témpanos de ese feroz hielo
acariciando a quemarropa mi espalda
o es la exigencia diaria del deseo
de anclar tu cadera en mi cama.

Hace tres noches ya
en que nocturnamente
te encuentro situada
en la fatalidad de mi vaso
cuando no pretendo nada más
que un par de espinas en la frente.

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