octubre 24, 2014

Después del trabajo

El último subterráneo
pasa a las doce y es tarde
cuando abordo el último vagón
y sin embargo,
pese a mi nada parece esperarme.

Media docena de homosexuales
que se saben de pecado libres
un invidente que toca la kena
-o quena, no se cómo se escribe-
dos camareros de restaurantes
un solitario y sombrío poeta
y una anciana que su bolso cose.

Y así, mis malditos días.

Me desanudo la corbata
desabotono mi camisa
y no entiendo cómo
no se me fuga el alma.

No hay comentarios: