octubre 01, 2013

Y estas manos que nunca mienten

No tengo más,
mis bolsillos lacerados,
mis sueños descalabrados,
mis ojos de mar
y estas manos que no mienten.

Tuve un ahora
que murió en el otrora,
un don de revolución,
una guitarra, una canción
que canté siempre a solas,
un ratón al que le volé los sesos
un cuaderno verde, una aureola
que me alejó del voraz exceso,
un ciprés, el vuelo de mariposas
nocturnas que se sabían hermosas.

No tengo más,
un corazón corrompido,
un latido autodidacta y perdido,
un pie delante y otro atrás
y estas manos que no mienten.

Tuve un sueño febril y dorado
que entre el óxido se ignoró mermado,
una tierna moneda sin cruz ni cara,
dos suspiros, una alborada clara
que anunció la tristeza desterrada,
un cantar que a su paso encendía bombillas
de luces blanquecinas, una gloria empecinada
en anteponer siempre la otra mejilla,
un amasijo de latidos blandiendo la nada
elucubrada en el fondo de una gris hondonada.

No tengo más,
mi reflejo, mi sombra, mis noches,
mi locura, mis vicios,  mi derroche,
este miedo a no poder tenerte jamás
y estas manos que nunca mienten.

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