octubre 26, 2013

Nada te asombre

Este poema ha de oler a tabaco,
a una cuarteta de tragos de ron,
a loción de una vieja barbería,
a la brasa apagada en el blanco
ceniciento como huella de carbón
y a deseo furtivo en cofradía.

Traigo a pesar de tanta muerte
la voracidad que pretende abrazarte
y besar cada una de tus tenues aristas,
un deseo de saltar de la cornisa
en estas medias luces de quererte.

Nada te asombre mi amor, de los locos
que escriben con las tripas devueltas
en las noches en las que sobra corazón
y deambulan solitarias las pasiones disueltas,
nada te asombre mi amor, esta causalidad
de la casualidad de este raquítico corazón
que en la adversidad te busca siempre a tientas,
es lo más que puedo dar y a la vez tan poco.

Yo que sin fe ni credo ahora cabalgo
enardecido de tu pecho y de tu abrazo,
entre la nada de mis nocturnos huertos
rebusco en el sombrero del mago
a condición de un beso que te sirva de algo.

Nada te asombre mi amor, de este huraño
cabrón que en tus ojos  elucubra sus años
en la mirada que le brindas enamorada
cuando pone ambos pies en la hondonada.

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