octubre 06, 2013

De mis batallas

Como una feroz batalla entre aromas
y espinas, como una blanca paloma
muerta entre las garras más felinas
y la mirada ajena de una justicia tuerta.

Aquí se resguarda el mar en la mirada,
un sueño furtivo del carbón, la propia nada
en un resquicio donde se asoma el todo,
un amasijo hecho de letras y espeso lodo.

Y sin embargo confieso ser lo más
que ante el oleaje he podido, un poetastro
retorcido en la sal que tanto sabe a jamás,
un corazón emulando el blanco del alabastro.

Como aquella sonrisa que muere a solas
y en cofradía, como la cresta de la ola
tomada por la más blanquecina espuma
y el recuerdo de tu boca posada en la mía.

Aquí se entona el canto de los tullidos,
una blasfemia nacarada, los fieros nudillos
blandiendo la pared ante las voces apagadas,
un demonio redentor de tus manos enamoradas.

Y sin embargo confieso ser por completo
un pelmazo triste y perdido, un caminante
siguiendo un verso de arrabales repleto,
aquel que se descorazona en tus ojos y radiante.

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