noviembre 17, 2014

Siempre llevo conmigo cigarrillos

Ya nunca vengo
a donde voy es un llano
en el que florecen calaveras
y algunas veces
corazones rotos
en su afán de la belleza.

Siempre llevo conmigo cigarrillos
algunos tragos que me sonríen
y en la mandíbula una opresión
que me recuerda cómo se acaba la vida.

Solitario y malherido del pecho
y estas manos
buscan razón en los ojos que reflejan
siquiera
pizca alguna de compasión en los estratos
que privados de su llanto llueven
llegado el albor y sus infernales rojos.

Me pregunto si he de ser yo
el amor y el odio conjugado
en estos tiempos de patria sin nación
mirando desde la orilla de una nube
el cielo ciertamente desvencijado
o el retrato más tenue de un infierno
que adolece al verse ampliamente
por la insufrible humanidad superado.

Mis maletas sólo cargan la ausencia de los años
y una cruz que ahora de nada me sirve
esbozando una poesía radiante de desencanto
en la que sangra mi corazón y su tilde.

Todo pretende cambiar y nada cambia
como las luces neón de los bares
o la falda de la chica de la esquina.

Sin embargo
-siempre hay un "sin embargo"-
ella me mira tiernamente
-siempre hay una "ella"-
tan detenida en su piel morena
que me brinda un poco de calor
cuando la pienso de pronto
y mis versos naturales cercena.

Pero no
no he venido a hablar de ella
ni de su sonrisa
ni de la discreción de sus caderas
he venido a hablar de que ya nunca vengo
de donde irremediablemente estoy
y de estas flores y de estas calaveras
entre las cuales
sin siquiera quererlo devengo
para ser
simplemente lo que ahora mismo soy.

Entonces doy cuenta
de que se vaciado la botella
y me alegra tanto
llevar siempre conmigo cigarrillos.

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