noviembre 03, 2014

A una flor

Cae, desde el séptimo cielo
un botón dispuesto a ser rosa
y en su camino, abre y madura
y muere; y sin embargo, resucitan
de él un par de pétalos carmesí
que me arropan y me envuelven
mientras me mecen sus brazos.

Yo también caigo y es el vértigo
de la sombra quien me irradia
de suaves besos los labios
y de palabras que no encuentran
sinónimo en la caricia que pretende
hacer presente aquel aroma
que hoy respinga la nariz
cuando se embriaga de pasado.

He sido y soy aquel jardín
lleno de peces que a diario mueren
a mitad de una terrible subasta
en la que piden las rosas paz
dentro del vaso en el que amanecen.

Y al fondo de la escena mis manos
cargando la tijera y el rastrillo
heredados entre la soledad y la bruma
tanto por dios como por el diablo.

Recojo de la ausencia de la flor
la sonrisa y no pretendo más
sino la gloria de la brisa del mar
bañando el botón que enajena
esta noche mi pensar y mi sol
ofuscado por la belleza que me brinda
saberla a pesar de que me cercena.

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