noviembre 09, 2014

A Vianey


A Vianey no le gustaba la lluvia
y por esos tiempos a mí tampoco
y su voz se entrecortaba siempre
entre espirales y el nácar de las caracolas
que han tenido algo que ver con el siroco.

Pero yo por esos tiempos estaba loco
y ella también, y yo lo sigo estando
y de ella no sé sus versos ni el estado
en el que mandó su luna al manicomio.

Rezo sin fe por ella y en mi habitación desierta
vuelan perdices y oscuras golondrinas
que sin embargo vuelven y vuelan fugaces
impregnadas de licor y fotografías en mi mente
que no se deslucen a pesar de ser ambarinas.

Extraño sin embargo
sus pies ligeros rondando
el barro acontecido
entre mi pecho y mi tejado.

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