marzo 12, 2013

Retazos X

LXXXVII

Quizá, por que las huellas dactilares
de mis dedos llenos de triste hollín
se han borrado de los transitados lares
y de la caricia que se alejó de ti,
he venido siendo aquel futuro
disuelto entre una copa de cianuro.

LXXXVIII

El diablo me trae entre los labios,
la Muerte ajusta la soga del cadalso
en esta noche de fakires deslcazos
en la que nada pregonan los sabios.

LXXXIX

A esta guitarra le falta compañìa
y el cobijo de una fe de erratas,
una voz que al silencio no tema
ni a caso al sentimiento como farsa.

Mi estertórea voz es de aquellas
que ha de rebuscar entre tus ropas,
la razón en la que refulge la estrella
sumergida entre pasiones y copas.

XC

Tan fugitiva como el rojo de la aurora,
tan Alicia en el país recubierto de pesadillas,
tan marcada de una belleza sombría.
Pudiera yo a la noche contarte
de aquel callejón donde tu boca
me ató al pescuezo una roca
y un recuerdo demasiado besable.
Tan alejada en la distancia y el tiempo.
en la calidez del abrazo nunca perdido
yaces sujeta  a este febril sentimiento
por saber que alguna vez he vivido.

Tan fugitiva
como el escozor
de un añejo
y dulce estigma.

XCI

Dejo una estela de humo
por donde quiera que voy,
un verso entre los árboles
para saber donde estoy.

Pero muy a menudo
junto a la Muerte me esfumo.

XCII

Sigo la escuela Pitagórica,
con sus cuatro horas de sueño por día,
aunque de forma categórica
rechazo la sobriedad por cofradía.

De mis botellas sale un genio
que sabe  mucho más de la vida
que aquel que en sobriedad olvida,
la belleza del corazón infecto.

Pero debo dormir cuatro horas,
para mirar en soledad la aurora.

XCIII

No existe nada más cierto
y más eternamente brutal
que este mirar a oscuras
los reflejos de un lago sideral.

XCIV

En mi bitácora de diario
una inscripción resalta
como el ritmo de caderas
de aquella extraña muchacha
que sonríe mientras me mira
siguiéndole entre las rojas llamas
de esta sublime y personal pira.

Y ya después nada recuerdo
de la inscripción, y sin embargo
me queda en la conciencia
esa humedad que viene con el sol.

Escribí algo sobre la Muerte...

XCV

Dejo que todo fluya,
la vida, el pecho, las manos,
la boca, el verso inhumano,
también he de dejar
que entre espejos de sal
la Musa sonría y huya.

XCVI

Trabajo, bebo, siento,
escribo, duermo algunas
horas; despierto, trabajo,
siento, bebo, escribo,
duerno algunas horas...

Y así sucesivamente.

XCVII


Muy a pesar de todo,
las mariposas van conmigo
y germinan esta campo de trigo
sembrado en un banco de lodo.

¡Què ingrata la vida para ellas!
-comentan las estrellas-.

XCVIII

Sigo escuchando un blues
que nada dice y se empeña
en elucubrar lo bajo y lo sucio
del sueño en el que yaces
debajo de mí y en mis manos
luces altiva y risueña.

IC

Cuando a caso despido
de noche el talante y las ganas,
cuando pepeno mis letras de la basura
con la ilusión de hallar en ellas tus bragas,
cuando he bebido y flaquea mi armadura
en la que el demonio a bocados me traga,
cuando vuelvo a ser aquel que espera
en la misma silla solitaria sentado,
ha de dolerme tanto retazo
escrito para que me comprendieras.

C

Todo esta funesta palabrería
se ha rehusado a salir de mis fauces
al saberse creciente entre mis manos.
Mis labios, haciendo mutis y paces
con aquello que me recorre malsano
el pecho, al cabo de finalizar el día,
han preferido la forma de lo errado.

He dejado un abrazo prendido
al instante en que me habéis mirado
dando penas y penosos tumbos
por los andares ensimismado
del gato con sueños de moribundo;
he dejado el alma y los huesos en ello.

Se piadoso con estos versos
que nunca han querido más
que aquello de su  ínclita verdad,
donde reposa la calma
de la tormenta con su manto de sal.

De mis retazos,
el alba rojiza
busca sin plazos
el ojo en que cicatriza.

2 comentarios:

Alicee Rocamadeur dijo...

Te quiero, te abrazo, te extraño; y, debemos vernos pronto! Besos para ti, mi gato querido.

Cyborgoo dijo...

"Tan Alicia en el país recubierto de pesadillas,
tan marcada de una belleza sombría." Me encantó ese pedacito. Los amores siempre conflictúan la existencia pero, ¿Qué seríamos sin ellos?