marzo 17, 2013

La carne también palpita

Pero la carne también palpita
y debajo de la cintura resucita
la forma en que tus formas
mi silueta de noche deforman.

Los pétalos en tus hombros,
tus labios en carmín cual cerrojo,
la desesperación de mis ganas
por quitarte de noche las bragas,
la inmundicia de mi lengua rondando
el centro menos clerical del cielo
que elucubra, el sabor de tus adentros
en los que naces y muero, entre el blanco
sísmico en el que pierdo el suelo.

Dios perdonará el látigo en la espalda
y el cosquilleo que me lleva a pensarte
latiendo incivilmente y desnuda
sin que te importe en el suelo tu falda.
 
Mi lengua se erizaría ante el sabor
de una exclamación sostenida en estupor
entres tus piernas, buscando tapanco
donde la belleza reafirme mi falo
y entretenga el vaivén de tu cadera
en mi razón que espera y desespera,
en el candor de los labios.

Al final de de esta gloria
pretendida muriendo sin casta
emancipo del diablo una eyaculación
verdadera y dulcemente nefasta.

En tus ojos suelo mirar
el mundo en fatídica bondad,
en mi mente suelo a solas recrear
artefactos que buscan tu cuerpo
suspendido entre ásperas sogas
en los que pueda recorrerte
y ofrendar tu sabor al bondage.

Pongo mis ganas a tus pies
esta noche, donde mi mano
no ha de pretender el después
sobre mi estallido inhumano.
 

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