Aquel hervor de lunas vacilantes
-de sobra lo sé, mi amor-
es para mí un yelmo de acero
que protege de azufres mi corazón
ardiendo en tu bellísimo pebetero
donde la muerte resulta fascinante.
Eres más que un bálsamo para mis pies
cansados de caminos crueles e inciertos
y eres la belleza embaucada en mi después.
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