No hay piedad en las calles
que recorro nocturno y a diario
y sin embargo en ellas
maullan los gatos solitarios
sin tazón de leche ni guarida
donde poder reposar de sus males.
Los borrachos siempre serán borrachos
y en las putas en las esquinas
fumarán sus larguísimos cigarros
mientras algún truhán te vigila
a la espera de encontrarte algo.
Los autobuses más sombríos
son los que aguardan la media noche
de los que desechos llegan
cansados de andar sobre un caballo
raquítico y a todas luces sin brío.
Y por ello
no hay piedad en las calles
las putas, los borrachos, los truhanes
forman una cadena inverosímil
de aquello nefástamente bello.
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