Quizás sea que egresé
de la más fiel escuela bukowskiana
aferrada a la idea beber a solas
o este triste vacío generacional
de los que nada son y nada tienen
sino su sombra y un whisky en las rocas.
Me voy de cualquier lugar
siempre sigiloso y despacio
sin mayores ruidos como hacen los gatos
y me elimino poco a poco
como hacen los locos
entre la infinidad del tiempo y del espacio.
Por aquí nadie sabe
que mañana moriremos
o no lo quieren saber
sólo quieren saberse tranquilos
sin la necesidad de irse
ante la tempestad del después.
Conozco cientos de granujas
sin siquiera corazón o remedo de alma
lamedores de culos de la vida
que se embriagan para tener calma
sin tener una chispa de vida.
Sentado en la cama de mi habitación
y ya con unos cuantos tragos encima
pienso en la crueldad de no tener corazón.
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