mayo 26, 2015

Aprendí a beber

Aprendí a beber cuando me supe
totalmente sólo y ante la noche desprotegido,
papel y pluma en una mano, corazón en la otra,
desbocando el ser inmerso entre latidos.

Todo late y y así la vida sin más avanza:
el pecho, la yugular, aquel sitio bajo el vientre,
la luz de bombilla, el beso de tus labios,
la muerte, la esperanza febril del siempre.

A tu lado y sin temor a equivocar mis ganas,
puedo hablarte del hoy aún siendo un pelmazo
o del caramelo con el que sueña este futuro
sujeto a tus caderas y a tu risa azulada y tersa
aquel día en que el presente sea la mañana
en que despiertes serenamente en mis brazos.

Y todo sigue latiendo en este mundo,
a menudo fiero y gris; y en la distancia
soy la botella en la boca del vagabundo
y el malvado poeta que cual hombre te ama.

Aprendí a beber siempre a solas y latiendo
en este corazón que no sabe nunca de mentir,
si te nombra cada noche de embravecidas copas
pensando en el cielo multicolor de estar junto a ti.

                                                   A Janeth Hernandez.
                                                                Te amo, nena.

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