agosto 14, 2014

Linda noche

Padezco una espesa
e irremediable locura
que se sujeta de noche
y cada vez más a menudo
al encantador desencanto
de saberse tibio y siempre a solas
 mirando la espiral de los mundos.
Resulta mínimo
el avance de la ciencia
cuando la moral
trapea los suelos
con el alma de aquel
que por vocación
terriblemente escribe
mientras los médicos
antidepresivos a quemarropa
le prescriben.
No es mi deber juzgarlos
como tampoco dejar intacto
el trago que yace en el buró
esperando paciente por mis labios.
Francamente,
este desorden cardíaco-mental
(cardíaco por jugar un poco
con el preconcebido mito
del sentimiento radicado
en ese órgano vital
que a simple vista resulta
horrible, llamado corazón),
es más simple que la vida
y más elemental.
Este desorden de amazónica selva
es el modus operan di de la muerte
que me ronda y de alguna manera
se apiada de mí
por no querer verme del todo muerto.
Por ello entonces,
por que la corriente me arrastra,
cumplo mi deber mental
y pienso tanto hasta que duermo
como un infante que olvida que aquello
que hace tan bien,
no ha de producirle más
que un copioso mal.
De niño
jamás soltaba la pelota
y con ella sonreía,
hasta que me rompí
un pie y dos costillas.
Miraba a la ventana
recuerdo
y el reflejo del cristal
a voces mudas
me gritaban poeta
y lo quise ser o lo fui,
o lo soy no lo sé.
Y empecé a acumular
motas de polvo bajo los párpados
y barro de tiempos pasados
bajo las suelas de mis zapatos,
a remendar cada anochecer mi pecho
si dañado por el levante
buscaba a dios en el fondo de un vaso.
Demás está decir
que lo más cercano a una deidad lo he hallado
entre los labios de una Mujer
y que aquello de la santidad
me lo han brindado mis versos
si alguna vez besaron sus pies.
Pero padezco una extraña locura
atrapado en la ciudad
del plomo y de las balas
que me rozan los hombros,
en la que la muerte
me procura vida
y los médicos me apuntan
con sus adormecedoras jeringas que amenazan
con hacerme dormir de noche
cuando lo más que preciso
es amar,
o tirarme de cabeza
al fondo del mar.
Pero, no te preocupes,
solo venía a desearte
una linda noche.

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