enero 01, 2014

Un bocado de gloria

Metido en la glorieta que no lleva a ninguna parte
aún crecen un par de florecillas inmersas
en este enamorado trajín de la muerte,
de esta muerte que se sienta a esperar
por mis manos y el instante en que pierda
de vista la esperanza de ese par de florecillas.
Los carros que junto a mi pasan
jamás notaran esta salina estela de mis pasos,
cuando la luna me mira y a medias sonríe
por saberme igual que la muerte, enamorado
de un par de luceros a pesar del gris del cielo.
Los paseantes a mi lado resultan
una horda de ciegos que siempre llevan prisa
y barro en los tacones del ruido diario,
y nada miran con sus ojos de cobardes ratones
sino la transparencia de tul de sus sudarios.
Pero tu,
tu para mi me resultas
un bocado de gloria
en las fauces fieras de mi nada
y ese par de florecillas
son tus ojos
y mis letras por ellos coronadas.

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