enero 08, 2014

Del brillo en tus labios

Ciertamente mi locura radica un poco en la bebida,
en la lejanía de los soles, en la cofradía
de una muerte que viene a darme de beber
en la boca y el frío que los huesos resienten
ante el albor con el pecho metido en el neceser.

Tengo entre manos una copa rota
y en el latido un remedo insaciable de gloria.

Pero a menudo voy y vengo de las sombras
sin siquiera traer conmigo un amuleto,
un beso en la mejilla  de una mansa quimera
que brinde con mi letra desde el ombligo,
o  un despertar a mitad de un vals terrible y lento
donde nunca sea detestable mi letra y mis maneras.

Sin embargo te tengo, tan metida ya en los huesos,
en esta gloria concebida desde el principio sin cura
y tan sujeta al beso que precede siempre a un abrazo,
tan cierta como el sol de diario y de la luna su blancura.

Ciertamente mis pasos buscan el uno dos
y mis ganas anidar solemnemente tu cadera,
no de una forma tradicionalmente vulgar
sino de una forma en que el levante,
detenga un instante su carmín esfera
y no impida con su terror que tu pecho adelante,
cuando no soy más que una cresta perdida en el mar.

Pero a pesar de todo, del brillo en tus labios,
y de tus ojos, de los menguantes de luna y espuma
existe un corazón que siempre late desbocado,
un par de manos que precisan del todo amar
y he descubierto que ante ello no existe la mesura.