enero 22, 2014

A solas

I

Debemos regresar a las formas simples,
a la sonrisa expuesta
con sus primeros tallos de la primer simiente.
Quizás morirnos y
renacer sin el pecho lleno
de esguinces para esperar
cada noche tras la puerta a la muerte.
Los sabios nunca fueron capaces
de hacer un manual operativo básico
en lo consecuente al amor y sus reveces,
y desde ahí mismo
no nos queda más que estar jodidos
tratando de resucitar
un latido que otrora fue verde.

II


La eternidad es cuestión de daños,
de hacerse el loco o el imbécil
según lo amerite el caso.

Duermes y ahora lo se mientras bebo,
ya no me tienes ni te tengo,
ya nada vale, ni el sol ni todos los cielos.

Lo he comprendido todo
y muy a tu pesar,
entre letras seguiré bebiendo.

III

Algún gato trae en el hocico
una tercera parte de la luna
y se ha marchado
dejando tras de sí su espuma.

IV

Incluso ser un portador natural
del ritmo y el vaivén característico
de la ebriedad, el mundo lo toma a mal.

Soy aprendiz de poeta -les digo-,
y resulta ser como si el diablo
bebiera en mi copa, conmigo.

V

De nada me arrepiento
a estas alturas en las que me planto,
firme y también, un tanto delicado
del pecho y de las manos
tan cargadas de retoños y reveces
de los que nunca me he exiliado.

Quizás llegue a morir entre penumbras
en las fauces de una jauría salvaje,
y no me importa
si es que mi candor aún te alumbra.

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