agosto 23, 2011

Resulta que aquí andamos

Resulta que aquí andamos,
entre nieblas que nada saben
del eco de la transparencia;
juntos, a veces de la mano,
otras tantas hombro a hombro
y sin embargo, del alma
tan terriblemente dispersos,
huraños, ascetas, ensimismados
sobre columnas en el desierto
que la tormenta ha devastado.

Sal y fina arena, de un lado,
del otro, en ambos flancos
cuando portamos un parche en el ojo
y solo miramos la pata de palo
haciendo surcos en el tiempo
que reverbera el reloj vuelto rastrojo,
donde alguna vez el mar besó al viento.

Y aquí andamos, es cierto,
sin notarlo, sin quererlo,
sin comprender siquiera la voz
que llama desde el espejo
y elucubra la sencillez de lo complejo,
la soledad en perenne compañía,
el pecho que requiere ser lactado
urgentemente a plena luz del día
sin temores, sin dardos envenenados,
sin Muerte atada a la Luna y sus reflejos.

Máquinas regalando fríos besos,
que abrazan sin calor ni brazos
a otras máquinas, igualmente
semejantes, de carne y hueso,
cuando más necesitados estamos
y damos cuenta de los peces
que jamás hemos multiplicado
por no saber quienes somos
ni lo que traemos del pecho colgando,
sin saber el camino que andamos.

Cuando el amor se venda por televisión
a noctámbulas horas, a cómodos plazos
y con la promesa de entrega inmediata
haremos de conciencia larga revisión
y estaremos hundidos y perdidos,
buscando un marketing humanitario
y solemne, el más oscuro hilo
que nos tejió encima la perdición
con agujas urdiendo un corazón
huyendo de un destino solitario.

Pues así andamos y un vaivén
de hojas secas nos cruje bajos los pasos,
nos sujeta a la nada, al revés
de la existencia en burdos trazos
que no halla más que ceniza
y llamaradas en las que ardieron
alguna vez nuestros brazos.


No hay comentarios: