junio 25, 2013

Un tanto espabilado de la vida

Un tanto espabilado de la vida
y de la muerte, un poco cierto,
la mitad de mí, la que no humea
después de besar la boca del volcán,
un tanto acompañado de ausencia
y de un recuerdo sin suerte.

Beber un trago, calmar las fauces
y las tripas de su propio invierno
cuando la hierba dorada arde
bien podría ser considerado
un deber para que el espera
ansioso en la antesala del infierno.

Aprendí de los sauces a combatir
al viento silente cual de la estatua,
de la noche la caricia en la espalda,
de la voz a guarecerme en la garganta
de un lobo cansado de perseguir.

Y sin embargo hay tantas mariposas
entre las sombras que me cubren
los ojos y mis manos reverdecen,
tejidos palpitantes de ensueños
revoloteando todos aquellos mares
que caben certeros en la caracola.

Un tanto sobrio de amores quemados
y heridas abiertas, un poco embriagado,
la mitad malvada de mí, la que encanta
a los peces que han de tragarse el pan
para dejarse morir por la propia boca
es aquella que de los demonios,
esta noche malva, hace acopio.

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