diciembre 10, 2011

Sonríele pues a la noche

Una palabra sangra entre el olvido
y la pesadumbre envolviendo sombras
que arrastran los pies y aquello perdido,
entre el suelo careciendo de alfombra
y el cielo carcomido por demonios
de lenguas largas y afiladas garras,
de sus puños sin mayor patrimonio
que el pecho desbocado sin amarras.

Una palabra vil y ensimismada
temblando entre los dedos y la boca
que tanto calla, en medio de la nada,
atada siempre a la más cruenta roca
rodando cuesta a abajo, sin aristas
ni agudos bordes, sin mayores males
que aquel que te ha encasillado en artista
cubierta de espinas de áureos rosales.

Una palabra te enmarca los ojos
sedientos de otroras que no marchitan
tu sonrisa y los albores en rojo;
una palabra que no demerita
el andar del sarcasmo elucubrado
en plena noche sin hallar la Habana,
una palabra en su abrazo marcado
dando forma a las pasiones arcanas.

Sonríele pues a la noche, al gato
que anda sin querer morando el tejado
de la oscuridad; vive en alegato
constante, tan sutil y tan malvado
cuando la Luna perece; sonríe
cuando el sol sea un ínclito derroche
enarbolado en luces bengalíes
abrasando febrilmente la noche.


Es mi manera de desearte un feliz cumpleaños.
Gracias por todo, señorita de los ojos grandes,
le dejo un abrazo...

1 comentario:

Sabina dijo...

Nunca hay algo de ti que no me ha gustado. Sabes mi forma de ser y sabes que si algo no me gusta te lo diría. Cada cosa que haces es mejor a la anterior. Sonreiramos (no se si esta palabra exista) pues, ya no queda más que hacer. Un beso en tu peluda y bigotuda cara y un abrazo en tu cuerpo funesto, como tu tejado.