Ni el hambre de tres días,
ni la sed acumulada de todos
los náufragos, ni los monstruos
bajo la cama, ni la actual economía;
tampoco la más vil de las resacas,
ni el amor anclado al desamor.
No. Nada de eso es tan cruel
como estar sentado a estas horas
sin poder siquiera versar la nada.
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